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Martes, 19 de marzo de 2024
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Ángela Figuera Aymerich
PRESENTACIÓN DE ÁNGELA FIGUERA AYMERICH

“MI CORAZÓN QUISO NACER ALLÍ ”

Escribió en uno de sus últimos poemas Ángela Figuera Aymerich, repitiendo así el conocido verso de Pablo Neruda. “Allá” fue en Bilbao, en 1902. Nacida en el seno de una familia de clase media, en una sociedad machista de un modo tal que hoy se nos hace difícil entender, su biografía repite la de otras muchas mujeres de comienzos de siglo, empeñadas en acceder a los estudios superiores, al trabajo, a la cultura en todas sus formas, a la igualdad. En el caso de nuestra poetisa ésta, por encima de impedimentos familiares y sociales, logró finalizar los estudios de Filosofía y Letras, siendo destinada en 1932 al Instituto de Huelva. Ese mismo año contraía matrimonio con el hombre que le iba a acompañar el resto de su vida, Julio Figuera. Ya en 1935 da a luz a un niño que muere al ser extraído con fórceps.

Y se produce el golpe militar contra la República. Julio Figuera se alista en las milicias republicanas. Ángela, embarazada de nuevo, conocerá entonces lo que describió como “la muerte en torrentera”, primero en el Madrid asediado por los golpistas, donde nace su hijo Juan Ramón, luego en Valencia. La derrota de la República trae consigo la de sus defensores, privados de sus titulaciones académicas, empleos, bienes. Perseguidos por los vencedores, el conjunto de la familia Figuera decide trasladarse a Madrid, donde pasarán más desapercibidos y, tal vez, podrán encontrar trabajo. Mientras la situación se normaliza, Ángela y su hijo se trasladan a Soria donde, de alguna manera, la escritora reencuentra la paz, el paraíso perdido, y la realización de muchos de sus anhelos juveniles.

Todos estos son datos son esenciales para la comprensión de algunas de las constantes poéticas de Ángela Figuera. Hay que decir también que la poetisa escribía casi desde su infancia, poemas de corte modernista, imitativos según su propia definición, que rara vez han sido publicados y de los que apenas se conservan los recogidos en un cuaderno inédito. Después de la guerra Ángela sigue escribiendo pero entonces se produce un cambio muy importante: por primera vez tiene la oportunidad de publicar y aparece así Mujer de barro (1948), poemario con el cual es ya reconocida como una poetisa destacada en el nuevo panorama literario español. Le seguirá Soria pura (1949). Se trata de dos obras clasificadas por la autora dentro de su etapa intimista; en ellas se refleja la mujer que vuelve a ser feliz tras tanta muerte y desastre, la persona realizada en el ámbito familiar y en el amor. Como no podía ser menos, estos primeros libros conocerán ya los problemas con la censura, especialmente por su sensualidad y erotismo.Pero la felicidad no dura, no puede en un mundo degradado como el de la Europa de posguerras. La escritora descubrirá entonces la miseria, el dolor, el hambre, la injusticia. Con Vencida por el ángel (1950) se inicia su etapa preocupada, período que abarcará los restantes poemarios, a excepción de los últimos trabajos dedicados al mundo infantil en los que retornará al intimismo.

Dentro de esa larga etapa, prolongada durante más de veinte años, se pueden distinguir varios periodos. De esta manera, mientras Vencida por el ángel, Víspera de la vida (1953) y Los días duros (1953) se inscriben en las preocupaciones metafísicas y existenciales, a partir de El grito inútil (1952) con Belleza cruel (1958) y Toco la tierra (1962), asistiremos a un mayor interés por las cuestiones sociales y un posicionamiento radical en favor del ser humano que sufre. Estos últimos poemarios han encasillado a menudo su imagen literaria dentro del ámbito de la poesía comprometida. De hecho, la escritora es incluida junto con Blas de Otero y Gabriel Celaya en el llamado triunvirato vasco de la poesía social. Por supuesto, como ocurre con casi todas las clasificaciones, nos encontramos ante una simplificación, si bien es cierto que los tres poetas tuvieron una muy estrecha relación y se influenciaron mutuamente. Pero mientras Blas de Otero pedía la palabra y Celaya afirmaba que la poesía era un arma cargada de futuro, Ángela, mucho más realista, llegaría a pedir licenciar la poesía. / Y ver si a duras penas o a duras alegrías / abrimos un camino al cabo de la calle, distanciándose así de las propuestas sociales.

Belleza cruel es, sin duda, su libro más conocido. En él, asfixiada por los estrechos límites marcados por el franquismo, recoge una serie de poemas rabiosos y críticos que la censura no habría permitido publicar. Por este motivo remitió la obra a unos amigos residentes en México quienes la presentaron al Premio de Poesía Nueva España, impulsado por la Unión de Intelectuales en el exilio. El libro gana el premio y es editado con un prólogo realmente histórico de León Felipe en el cual se retracta de anteriores opiniones, reconociendo la existencia de una importante nueva generación de escritores y escritoras en la Península.

Con Toco la tierra llega sin embargo el cansancio, el agotamiento de la escritora que comprende lo reiterativo de sus llamadas a transformar la vida. Este libro llevará un subtítulo elocuente para definir ese estado de ánimo, “Letanías”. Y se produce un fenómeno que se ha repetido muchas veces en la crítica literaria dirigida a escritoras. El libro es acogido con bastante frialdad y son varios los comentarios que se ceban, sin demasiado motivo, en estos poemas, aludiendo a ese repetirse en las ideas. Da la impresión de que cuando la obra criticada pertenece a una mujer las opiniones pueden ser mucho más agresivas. A partir de este momento se produce la progresiva retirada de Ángela Figuera del panorama literario. Sólo algunos poemas sueltos, los Cuentos tontos para niños listos (1980) y la póstuma Canciones para todo el año (1984) rompen un silencio cada vez más espeso. Y se produce otro fenómeno característico también a la hora de valorar la literatura escrita por mujeres: su rápido e inmerecido olvido. Ángela fallece en Madrid, en 1984. La noticia tendrá un muy escaso eco. A partir de ese momento su esposo Julio inicia una labor incansable hasta su muerte en 1994, tratando de que la obra de la poetisa no caiga en el olvido. Como resultado en parte de esa labor, en 1986, la editorial Hiperión publica la primera edición de sus Obras completas.

En la poesía de Ángela encontramos la voz de una mujer sincera, consciente de su papel y de su función, que escribe para que le entiendan, que desea llegar a sus lectores, una mujer ubicada en una auténtica encrucijada de caminos: vasca en Madrid, generacionalmente entroncada con el 27 pero que conecta con los poetas de la posguerra, antifranquista, escritora en un mundo dominado por hombres, madre, a la vez temprana lectora de Simone de Beauvoir y defensora del papel social de la mujer, sin definirse por ello feminista, una escritora que intentó siempre construir puentes entre muy distintas sensibilidades artísticas, culturales, políticas... En torno a ella convergen nombres tan diversos como Pablo Neruda, Gabriel Aresti, Blas de Otero, Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo... Ángela Figuera se constituye en los años 50, además, como una auténtica bisagra entre los círculos culturales vascos y madrileños. Por todo ello no debemos, no podemos olvidarla. Necesitamos de Ángela Figuera.

Jose Ramón Zabala

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