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Poesía subjetiva, poesía de la intimidad
Se incluyen en este apartado las dos primeras obras publicadas por Angela Figuera, Mujer de barro (1948) y Soria pura (1949), definidas por la escritora como "poesía subjetiva" (25).
Cronológicamente, llama la atención el dato de que entre los más tardíos de los poemas de juventud conocidos, fechados en 1926, y Mujer de barro median más de veinte años de vacío documental. Esta constatación, importante, ha de ser matizada con una afirmación de la escritora en la que reconocía que muchos de los poemas incluidos en su primer libro habían sido elaborados mucho antes de su fecha de aparición:
Mi libro (Mujer de barro) no es de ahora. Muchas de sus composiciones datan de más de diez años (26).
Esta aseveración procede de una importante fuente para conocer el pensa miento de Angela Figuera: la correspondencia que mantuvo con Bias de otero, epistolario al que se ha hecho alusión a lo largo del estudio biográfico y en el cual la escritora habría de verter muchas de sus opiniones y dudas en torno a la creación poética.
Retornando la cuestión de la ausencia de poemas durante tan largo período de tiempo, existen dos posibles justificaciones. De una parte, la vida de la escritora, junto con la de buena parte del país, se vio sometida a importantes presiones y cambios los cuales por fuerza habían de reflejarse en su pensamiento y quehacer literario, pero que a la vez planteaban un ambiente muy poco propicio para su desarrollo. Así describe Angela aquellos difíciles años:
Luego vino el amor en presencia, el hijo. Este nació en plena guerra, en Madrid. Sí, pasé la guerra y la posguerra aquí, fueron varios años durísimos y amargos, erizados de trabajos, dificultades y dolores. Nada escribí en su trascurso. Lo principal, lo único era vivir, sobrevivir (27).
Será algún tiempo después cuando la escritora encuentre de nuevo un hueco para la creación literaria, cuyos frutos serán las dos mencionadas obras:
Después, mucho después, es cuando tuve un poco de reposo para pensar y escribir. Claro que todo lo visto y sufrido en los años aquellos lo llevaba clavado en la carne y en el alma e influyó decisivamente en mi poesía (28).
Todo ello explicaría el vacío literario de aquel período. Pero hay otro aspecto destacado que tampoco debe olvidarse, una faceta de su personalidad recogida a través de distintos testimonios: su fuerte sentido auto crítico. A lo largo de toda su vida, ya lo hemos dicho, Angela destruyó un gran número de poemas que consideraba de escasa calidad. De esta manera, la aparente sencillez formal de esta poesía ocultaba una muy estricta labor de selección como confesara a Blas de Otero: "he ido aborreciendo, casi destruyendo y luego olvidando mis cosas anteriores"
(29). Asimismo, reconocerá haber retocado algunas composiciones de
Soria pura. Partiendo de esta consideración es posible intuir que la ausencia documental no tiene que corresponderse de forma obligada con un radical abandono de la actividad poética.
El fin de la guerra trae consigo una paulatina normalización del entorno familiar, una progresiva tranquilidad en la cual la escritora fundamentará y justificará el rumbo poético de sus primeros libros. Su poesía de la intimidad refleja el sentimiento de la paz familiar recobrada tras los años de zozobra: "yo y los míos descansando tras la tormenta"
(30).
Dedicada en sus ratos libres a la poesía, Angela va retomando preocupaciones anteriores, mostrando al mismo tiempo, una clara evolución estética que, no obstante, mantendrá fuertes vínculos con su primera etapa. De alguna manera, este proceso de maduración apuntará en algunos aspectos a lo que será su posterior poética, sin que ello implique todavía una radical transformación de las perspectivas literarias.
Probablemente, el punto de contacto más evidente entre su poética juvenil y la de las primeras obras sea el hecho de que la escritora no construya su lírica, al menos en un principio, con intención de publicarla. Esta consideración, atestiguada por numerosos allegados, se aprecia en mayor medida en
Mujer de barro, poesía más intimista y espontánea, pensada en un principio para ser leída en el ámbito familiar, interesando a ese mundo reducido. En
Soria pura, sin embargo, hubieron de existir de forma obligada consideraciones distintas puesto que se había producido el salto editorial y, por ello mismo, el desarrollo de una conciencia respecto a un público no conocido, anónimo.
Dentro de este predominio de lo íntimo y familiar en lo que a contenidos temáticos se refiere, destaca la reflexión metapoética, justificada precisamente por las ideas que al respecto deja entrever la escritora: la poesía es un instrumento de comunicación con sus seres queridos y por ello pertenece a la esfera de la intimidad. Así se explica que junto al amante y el hijo, sea la poesía tema destacado sobre todo en
Mujer de barro, y en especial dentro del apartado "El fruto redondo". En Soria pura, sin embargo, la temática metapoética tendrá un desarrollo más limitado, consecuencia de los propias motivaciones paisajísticas y anímicas que centran el interés de la obra. No obstante, el apartado "Homenaje" planteará de nuevo estas preocupaciones.
Centrando el análisis en las pautas sobre las cuales construye la escritora su poesía, ante todo resulta evidente un alejamiento de las concepciones modernistas y románticas lo que convierte su lírica en una realidad mucho menos etérea y más ceñida al entorno próximo.
De esta manera, frente al interlocutor indefinido, plural, de sus primeros versos, se recogen ahora presencias muy determinadas, el esposo y el hijo, receptores definidos. Al mismo tiempo, el poema no se concibe como una ofrenda o un canto de querencias cortesanas sino como reflejo de sentimientos concretos.
Quien se expresa es ante todo una mujer, mujer amante y madre que no canta sino dice, escribe sus versos. Así, la creación poética deja de ser una actividad tremenda, fruto de la inspiración arrebatada, pasando a ser definida como algo muy simple; como un "alumbramiento", sencillo y natural:
Alumbramiento
Es sencillo, sencillo...
Es tan terriblemente
natural y sencillo
como parir... El poema
sazón ase como un hijo
en los profundos adentros...
De pronto, un día, sentimos
que nos desgarra la entraña...
Luego un escanso infinito (31).
Similares términos utilizará cuando autodefina su poesía a Blas de Otero, empleando para ello junto al adjetivo "sencilla" el término "inactual". Esto último se justifica, tal vez, en función de la mencionada antigüedad de sus composiciones pero también por el hecho de no enmarcarse en las corrientes del momento, la poesía del "tremendismo, surrealismo, deshumanización"
(32), corrientes que rechazaría al igual que el "garcilasismd' como se verá más adelante
(33).
Traza por tanto su quehacer poético desde la sencillez, la humildad de unos versos pensados y creados en el círculo familiar, definiéndolos como "poquita labor":
¡Qué poquita labor, qué poquita labor!...
Unos versos, un hijo, un hogar, un amor... (34)
Parte Angela, una vez más, de concebir la poesía como realidad que surge en ella de un modo natural, responde a unas cualidades de su ser determinadas desde su nacimiento, "escribo porque lo necesito", dirá a Blas de Otero, y más adelante, "para mí lo fundamental, lo realmente maravilloso, es hacer los versos. Sentirlos nacer en mí, mejor dicho, y alumbrarlos con más goce que dolor. Lo demás es secundario"
(35). Es una realidad que brota desde dentro, se pare como al hijo, "desgarra la entraña". Estas imágenes recuerdan, de algún modo, aquella otra del vaso a punto de desbordarse en sentimiento, el corazón que late en el verso.
Se entiende así la sencillez como requisito que permite la más directa expresión del sentimiento del poeta, sin el peso o la dificultad añadida de un lenguaje o una forma compleja que siempre restaría trasparencia al mensaje poético: "Sólo me ceñiré con mis propios límites. El tope de mi potencia creadora, mi propia deficiencia para ver o mostrar belleza, mi belleza, será lo único que me coarte. Iré por mi camino, hasta donde pueda y como pueda"
(36). Para Angela la poesía es expresión directa de su "elementalismo vital": "Yo sólo sé una cosa: que siempre canto espontánea y sinceramente, lo que me sale en cada momento y como me sale"
(37).
En estas coordenadas, es fácil comprender el título de la tercera parte de
Mujer de barro, "El fruto redondo", donde de manera sintomática equipara el hijo y la poesía como frutos de su ser.
Directamente relacionada con esta visión del hecho poético, Angela Figuera reivindica de manera radical la libertad de creación como método que no suponga cortapisa alguna al sentimiento, origen de la inspiración:
No vivimos en un desierto espiritual y todos somos en algún modo hechura de los que nos precedieron y espejo de los que nos rodean. Pero, si de veras tenemos un alma propia, ésta surgirá viva y distinta a pesar de todo. Y yo creo que la tengo (38).
La poesía será, por tanto, expresión del individualismo, del alma entendida no en un sentido religioso sino, más bien, como mundo interior del individuo. y por ello mismo, resulta lógica la afirmación de "me gusta ser anárquica"
(39):
Quizá sin quererlo, voces amigas y amadas, o simplemente, voces que me gritan fuertemente, me atraigan a un sitio o a otro, pero yo, en mi interior, voy sola, divinamente sola y si me pierdo... mala suerte! Decididamente no quiero riendas ni guía de carreteras. Aunque Vd. lo llame anarquía...me gusta ser anárquica, ahora que todo quiere estar reglamentado y encasillado.., dejemos al arte su libertad.
Un punto de partida también para estas consideraciones es la conciencia radical de una honradez personal que definirá como "el gusto de hacer uno lo que le dé la gana", al margen de preocupaciones sobre "lo que es, lo que debe ser y lo que no debe la poesía"
(40). Aunque se ponga en juego la calidad de la obra de arte, el escritor debe ser consecuente con esa honradez, expresando en cada momento "nuestra verdad, nuestro auténtico sentir"
(41). En estas afirmaciones la poetisa se decanta hacia los contenidos por encima de lo meramente formal, en consonancia con su rechazo de las posiciones esteticistas
(42). Por ello, cuando le pregunten cuáles son las condiciones requeridas para llevar la misión que tiene planteada a través de su poesía, responderá:
Hablar alto y, sin perder la calidad poética, sin enredarse en laberintos preciosistas de imposible o difícil interpretación. Hablar con verdad y con belleza siempre. (...) Siempre con claridad (43).
El origen innato de la poesía en Angela Figuera se refleja en Mujer de barro cuando afirma que para ella escribir es una obligación: la poetisa se siente compelida a expresar la belleza o el amor que le rodean, al margen de que exista alguien que reciba su mensaje: "Aunque yo no quisiera, he de decirlo". y añadirá más adelante, en el mismo poema:
He de decirlo todo, dulcemente,
aunque nadie me escuche, he de decirlo (44).
No es el ansia de gloria o el darse a conocer lo que le impulsa a escribir, sino una necesidad imperiosa que nace de sí misma.
En contraposición y continuando una reflexión que se subrayaba en sus primeros poemas, descubre la imposibilidad de que las palabras, el verso, puedan reflejar exactamente los sentimientos, la limitación del verso no solo como cauce de las emociones sino también de la belleza que ella querría trasmitir:
Impotencia
¿Dónde estarán las palabras
que digan lo que yo quiero?..
El verso que dejo escrito
nunca es del todo mi verso (45).
La aplicación al paisaje de esta reflexión surge en el poema
Otoño(46) donde se preguntará el cómo decir, cómo recoger la diversidad de tonos y matices de aquel presente. Más tarde, en
Soria pura, Angela Figuera reitera este pensamiento de una manera más radical cuando pide que se tale al árbol que no se deja cantar:
Cortad el árbol...¡cortadlo!
Es demasiado bello:
No me deja cantarlo (47).
Sin embargo, con todas sus limitaciones, la literatura supone algo muy importante para la escritora: la posibilidad de eternidad o, al menos, de una cierta pervivencia por encima de la muerte. Es entonces cuando equipara nuevamente el hijo y la poesía:
Hijo, cuando ya no exista,
tú serás mi carne, viva.
Verso, cuando yo no hable,
tú, mi palabra inextinta (48).
De esta manera, el verso personificado, alcanza una nueva función más allá del mero recreo espiritual, de la primera ofrenda a los demás, convirtiéndose en forma de trascendencia. O al menos ese sería el deseo de la poetisa, consciente a la vez de su dificultad, como se trasluce en Después
(49):
Después, habrá quien sea una semilla,
una gota de luz, un dulce trino.
Habrá quien sea un copo de neblina,
un polvo de ceniza, acaso un lirio...
Yo quisiera quedarme en una estrofa,
sonando armoniosa en lo infinito...
Es, por tanto, una posibilidad más que una certeza. Sería la trascendencia que el1a deseaba, por encima de concepciones panteístas de retorno a la naturaleza. Frente a una eternidad anónima en la cual el yo se diluye, Angela aspira a una perdurabilidad ligada a la de la creación literaria.
Por otra parte, esta eternidad abarca también la propia realidad cantada: el verso puede convertir en imperecedera la belleza del paisaje:
Cuando ya no haya árboles,
yo brotaré una selva, un bosque nuevo,
vivo en el solo ardor de mi palabra;
con la raíz mojándose en mi centro,
y, al aire, entre sus ramas, hojas, tallos,
estremecidas alas de mis versos (50).
Concibe así una especie de simbiosis
entre tierra y poeta que convierte al
paisaje en recitador de los versos de
quien lo ha cantado, como ocurre con
Antonio Machado, dentro del apartado
"Homenaje" de Soria pura:
Me fui con tu libro allí,
y luego no hacía falta:
todos tus versos, Antonio,
el Duero me los cantaba..
Siempre los canta (51).
Este pensamiento se hará extensible a su propia poesía lo que le llevará a la afirmación de que el paisaje le pertenece por haber sido sublimado en sus versos:
tus pueblos, tus ermitas, tus pastores,
no los perdí: son míos en mis versos (52).
De alguna manera, la poetisa descubre el paisaje y mediante la lírica lo eterniza: "Antes que yo te viera, tú, no estabas", escribirá dirigiéndose a un árbol. Subraya así la superioridad del verso sobre el paisaje basándose en la eternidad que de aquél se desprende y comunica. Una determinada percepción de la realidad termina con cada individuo y mucho más con cada poeta. Esta se prolonga, a pesar de ello, mediante la palabra. Es la superioridad del arte sobre el presente. A partir de estas ideas se comprende mejor uno de los poemas más enigmáticos de esta etapa, Arbol
(53):
Mi vida sola vale: yo te vivo
con este fino tacto de mis manos
y de mis ojos lúcidos.
Tú no serás después que yo no sea.
El peso inexorable de mi muerte
te abatirá, rotundo, como rayo.
Resumiendo brevemente los distintos planteamientos recogidos hasta aquí, se descubre una progresiva toma de posición y de autodefinición poéticas en Angela Figuera. En este sentido, el homenaje que cierra Soria pura supondría en sí mismo un posicionamiento estético (
54) a la par que ideológico: Antonio Machado constituye en estos años todo un símbolo de disidencia con respecto al régimen.
No obstante, la toma de postura más evidente a analizar en la poesía "subjetiva" lo constituye el deseo, la intención de quererse integrar en lo real a pesar de que todavía este compromiso se limite a un ámbito familiar. En cierto modo se enraíza aquí la semilla del futuro cambio.
Existe, por otro lado, un rechazo explícito del esteticismo imperante en la época:
El fruto redondo
Sí, también yo quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin aire...
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne (55).
Se decanta por una actitud que pretende ubicarse en la realidad, en un rechazo de la poesía por la poesía. Hay un compromiso hacia una lírica que recoja "la carne" frente a lo etéreo, lo que marcará un claro distanciamiento respecto a sus postulados juveniles. En realidad, su posterior poesía se podría considerar como aplicación de estos conceptos más allá del círculo familiar.
En el epistolario mantenido con Blas de Otero se confirman similares consideraciones pero mucho más matizadas, con un abierto rechazo del formalismo:
Estoy tan harta de leer versos perfectos, inaguantables con su forma impecable e implacable, insoportables de "pureza", de "trascendencia", y "preciosismo"... que si hay que elegir entre un extremo u otro... creo que me quedo con lo del botijo (56).
Ello la llevará al rechazo del estrofismo clásico, justificándose en la frialdad que trasmite a la escritura; de esta manera, definirá el soneto como "geometría helada" (57).
Finalmente, es interesante señalar algunas consideraciones de Angela Figuera sobre las influencias por ella recogidas. En este sentido, hay que admitir una trayectoria personalísima hasta ese momento, al margen de las modas, pese a reconocerse deudora, por ejemplo, de Juan Ramón Jiménez. Merece destacar en este orden de cosas su afirmación de no poseer todavía en esos años grandes conocimientos en torno a la lírica contemporánea:
¡Si supieran todos además cuán aislada he producido y qué poco de poesía moderna conocía hasta hace brevísimo tiempo!(58)
Y aludiendo a Mujer de barro:
Poco o nada conocía yo entonces de las poetisas americanas, de Alberti, de Lorca. A Miguel Hernández aún no lo conozco, aunque me han dicho que es muy bueno.(59)
Tanto la maduración ideológica que desarrollaba la escritora como el influjo de estos poetas acelerarán, sin lugar dudas, la transformación hacia la estética "preocupada".
*Notas
25. En el mismo grupo habría que incluir alguna composición publicada de forma autónoma como es el caso de Ser mujer, OC pág. 299.
26. Carta a Bias de Otero de 16 de febrero de 1949.
27. Saladrigas. R.: "Monólogo con ..", op.cit. Pág. 48.
28. lbídem.
29. Carta a Bias de Otero de junio de 1949.
30. Saladrigas, R.: "Monólogo con ...", op.cit. Pág. 48.
31. MB, OC pág. 61.
32. Carta a Blas de Otero de 22 de enero de 1949.
33. Sin embargo, Oscar Barrero ha querido ver en ella un influjo neoclasicista ligado a la difusión de las propuestas estéticas que realizó la revista Garcilaso durante la primera posguerra: "los libros de poesía amorosa que recurren en mayor o menor medida, a la expresión neoclásica vigente en los años cuarenta son numerosos y los escriben incluso autores cuya obra posterior se fundamenta en postulados muy distintos: Mujer de barro". No obstante, algo más adelante reconoce que son "hipotéticas vinculaciones" con el garcilasismo (Historia de la literatura contemporanea (1939-1990). Editorial Istmo. Madrid, 1992. Pp. 44 y 45).
34. Poquita labor, MB, OC pág. 63.
35. Carta a Blas de Otero de febrero de 1949.
36. Carta a Blas de Otero del1 de diciembre de 1949.
37. Carta a Blas de Otero de junio de 1949.
38. Carta a Blas de Otero de febrero de 1949.
39. Primera carta a Blas de Otero, sin fecha, de 1950.
40. lbídem.
41. lbídem.
42. Al parecer, ello había llevado al aislamiento de los poetas con respecto del público lo cual a su vez permitió que la censura no actuase con el mismo rigor que en otros campos de la creación artística. Así lo confirma el testimonio anónimo que en 1956 aseguraba en la revista parisina Esprit.
La poesía española se reduce a un movimiento interprofesional, poetas leyendo a poetas, poetas que escriben para poetas aislados de la realidad nacional y de su sensibilidad. A veces y paradójicamente, esta situación favorece a la poesía, que se beneficia de la tolerancia desdeñosa de la censura; eso ha permitido una resurrección espléndida. España puede ahora contar con poetas libres de gran envergadura y de intención generosa.
(Monográfico "Así fue la posguerra", op.cit. Pág. 51).
43. Respuestas al primer cuestionario de Olmos García, op.cit.
44. Decirlo. MB, OC pág. 55.
45. MB, OC pág. 63.
46. MB, OC pág. 62.
47. Cortad el árbol, SP, OC pág. 90.
48. Durar, MB, OC pág. 63.
49. MB, pág. 62.
50. Cortad el árbol, SP, OC pág. 90.
51. Antonio Machado, SP. OC pág. 105.
52. Soria mía, SP, OC pág. 106.
53. SP, OC pág. 87.
54. No obstante, dicho posicionamiento estético ha sido negado en la práctica poética de Soria pum por Manuel Mantero quien considera mucho más evidente la huella de Juan Ramón Jiménez, calificándola de "influencia opresiva". (Poesía española op.cit. Pág. 84).
55. MB, OC pág. 54. John C. Wilson ha querido ver en estos versos y, en general, en el conjunto de Mujer de barro, alusiones irónicas a la obra de Juan Ramón Jiménez. Así, relaciona El fruto redondo con El otoñado, de La estación total: "se podría demostrar que cada uno de los versos de "El fruto redondo" es un eco irónico de imágenes poéticas utilizadas por Juan Ramón Jiménez en la segunda década de este siglo". Wilson justifica esta revisión irónica de las imágenes juanramonianas en la necesidad de desarrollar una estética propia, "en reacción a la influencia de poderosos precursores masculinos".("El feminismo en las Obras completas de Angela Figuera: algunas observaciones preliminares".Zur- gai. Junio de 1991. Pp. 95-102).
56. Carta a Bias de Otero de 23 de julio de 1949,
57. La afirmación pertenece al poema Limitación incluido en la carta a Bias de Otero de febrero de 1949:
A un amigo que me pregunta por qué no hago sonetos.
Este clamor espeso de mi sangre,
y la delgada brisa de mis sueños;
el hondo pozo del oscuro llanto,
y el jugo azucarado de los besos;
la lumbre sin fronteras de mi goce,
y el potro indócil de mi pensamiento;
todo lo que yo vivo y que me vive,
y ese grito tremendo
al desgajarse un hijo de la carne;
y la tierra y el cielo...
¿Ha de encerrarlos, línea sin volumen,
la geometría helada de un soneto?
A continuación, en la misma carta, añade la escritora la opinión que esta composición mereció a un : amigo cuyo nombre no se menciona: "Mi amigo protestó. Me dijo que el poema era 'bastante' malo y los dos últimos versos un lugar común".
58. lbídem.
59. lbídem.
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