Ángela Figuera y Gloria Fuertes
Francisco Nieva, que define a la poetisa madrileña como un Prévert femenino en el prólogo a Mujer de verso en pecho(9), esboza una atinada semblanza de la autora: "No le falta ni siquiera un feminismo radical, lleno de candor y de fuerza, pero a la vez nada beligerante, sino conciliador bajo las alas de la poesía. Un feminismo maternal en lo anímico y viril y tajante de disposiciones frente a la sociedad. Se ha ocupado de todos los niños, y es capaz de aniñarnos a todos los hombres en una concepción poética simple y trascendente. [...] Los niños son sabios alocados que aciertan comúnmente en definir las líneas esenciales de la vida, los sueños, los anhelos". Nos es fácil reconocer en esta estampa rasgos connaturales a Ángela Figuera, tal y como los hemos venido definiendo.
Pero más allá de una afinidad espiritual, se da en ambas poetisas una notable coincidencia temática y formal. Inmersa desde 1952 en los poemarios para niños, Gloria Fuertes ha manifestado en repetidas ocasiones su atracción por el lenguaje y el saber popular, y esa búsqueda en su poesía de emoción y sorpresa, de comunión-comunicación con el lector u oyente. En una ocasión afirmó: "Desde adolescente, casi niña, descubri que mis poemas tenían un destinatario: la Humanidad [hasta llegar a concebirlos como "poemas-cartas"]. Mi lenguaje era y es directo, comunicativo, mi yoísmo" no es egoísta, porque es un yoísmo expansivo" (10). En su afán por "amonestar a los injustos y divertir a los niños", recurre a formas versificadas sencillas y sonoras y retrata a personajes y animales que pueblan el mundo infantil. En el delicioso librito Doña Pito Piturra (11) podemos encontrar retablos y narraciones parejos a los que descubriamos en los Cuentos tontos para niños listos: "El Hada Acaramelada", que no sabe cómo convertirse en maga y acaba dándose cuenta de que lo lleva en el corazón, se asemeja a la brujita incapaz de sacarse el carnet de conducir escobas, o ese "Oso famoso" que trabaja en el circo a pesar de su pata coja; "Mosca y Mosquito" que desean casarse el uno con el otro. 0 bien esa fantástica serie titulada "Cómo dibujar...", y en ella se congregan personajes de la imagineria infantil: la bruja, el payaso, el cisne.
Ángela Figuera y Gloria Fuertes, gemelas en el sentir, en el pensar, pero sobre todo en el decir. Los juegos rimáticos, fonéticos y ritmicos, las asociaciones de palabras, las onomatopeyas, el ayuntamiento verbal de dos realidades en niveles distintos, el tono coloquial que adoptan sus personajes, las expresiones caseras... Todo un surtidor lingüístico que asume la expresividad infantil, ya de por sí prodigio de imaginación, creatividad y belleza. El niño, al igual que el poeta, carga de valor simbólico la realidad que le circunda, que le acucia y que él traslada a sus propios intereses y experiencias. Está empleando, sin saberlo, el lenguaje tropológico. Y esto ocurre cuando, como muy bien apunta Jaime Ferrán (12), "ha primado la expresión oral sobre la escrita". Los niños son, sin duda, los genuinos gustadores de la poesía porque -ya lo advirtió Rousseau en su Ensayo sobre el origen de las lenguas-: "D'abord on ne parla qu'en poésie; on ne s'avisa de raisonner que longtemps apres". Y el alba del hombre, que es el niño, recoge ese primer latido emocional y esa zambullida en la superrealidad que nos revela lo esencial y mítico latente en la nuestra. Los Cuentos tontos ("tontos" por puro entretenimiento, mera diversión y fantasmagoria) encierran toda una sabiduria que sólo el niño sabe captar sin dilaciones, sin intermediarios, tan sólo atrapando al vuelo el fogonazo poético. Esos niños tan "listos" en el aprendizaje fundamental del mundo.
*Notas
(9.) Madrid, Cátedra, 1996, p. 21.
(10.) Apud Obras incompletas, Madrid, Cátedra, 1980, p. 30.
(11.) Col. A toda máquina, Madrid, Ediciones Susaeta, 1987.
(12.) Apud "Música y poesía", Poesía infantil, Teoría, ..., op. cit., p. 59.