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Viernes, 26 de abril de 2024
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Ángela Figuera Aymerich
ANGELA FIGUERA AYMERICHEN HAUR POESIA

Itzuli

Los cuentos de la abuela Ángela

El desencanto sufrido frente a la ineficacia de ese grito, unido al nacimiento de sus dos nietos, están en la raíz de los Cuentos tontos para niños listos así como de las Canciones para todo el año. Pero su auténtica gestación revela un origen mucho más doméstico y, por lo mismo, más tierno. Julio Figuera, promotor de la edición de ambas obras, lo ha dejado consignado en la Nota preliminar a sus Obras Completas: "Al irnos a Avilés [una vez jubilado Julio] quedó Ángela aislada de los circulos literarios y amigos escritores de Madrid. Como ya tuvo una nieta, se convirtió en abuela más que escritora y, aparte del tiempo que dedicaba a leer, hacía vestidos y prendas de punto para la nieta. Cada vez que veníamos a Madrid le improvisaba cuentos mientras la dormía, que luego olvidaba, y la nieta protestaba al contárselos de nuevo si no eran idénticos a como se los había contado la primera vez. Por eso la nieta le dijo un día a Ángela: "¡Pues pónmelos en un libro!". A partir de entonces se los escribía y algunos de ellos son los Cuentos tontos para niños listos" (6) .De ahí que, desde el umbral mismo del libro, tenga uno la sensación de sorprender -que no de allanar- la intimidad de un triángulo familiar zurcido a base de afecto y ternura. "Dedicado a mis nietos, Ana y Gabriel, con cariño interminable, su yaya. Ángela" reza la dedicatoria. No valen sin embargo el pudor o la cortedad a la hora de adentrarse en estas páginas. Ángela Figuera, "más abuela que escritora", nos acoge bajo las alas maternales de su poesía, es capaz sin esfuerzo de embaucamos con su palabra de Scherezade.

En Cuentos tontos para niños listos se entreveran rasgos de la más pura tradición oral (empezando por ese "verso llano", travieso y envolvente) con aquellos, fabulísticos, que pertenecen más bien allegado narrativo de nuestro siglo XIX. Al compás de su estribillo octosilábico va desfilando, alegre y danzarin, un fantástico e hilarante zoológico que en mucho nos recuerda a aquél que presidía Mamá Oca, la voz de los cuentos. El reino animal, con sus simpáticos personajillos candorosamente humanizados, secuestra de inmediato la imaginación infantil: "Cuento tonto de un ciempiés a quien nombraron cartero", "Cuento tonto de la jirafita que no tenía bufanda", "De lo que ocurrió a Papamoscas [la gallina] con el nidal vado, el gallo Marimandón, y el huevo que se perdió", "El pulpo enamorado (Cuento tonto y soso de la mar salada)", "Las cigüeñas", "Cuento tonto y trabalenguas de Patita Pata y Patito Pato", "Cuento tonto del oso Peludín y siete niñas del pueblo San Cristobalín de Enmedio", "Cuento tonto de Mirandolín, el gato bandolero" y, por último, "Cuento tontísimo de una rana y un pez". Ángela Figuera había sentenciado, no sin cierto pesimismo: "He llegado a creer que los niños y las bestias son los únicos seres verdaderamente puros e inocentes, lo único auténtico que nos queda en el mundo"(7). Y es asombroso comprobar cuán cercanos están los niños de los animales, cómo atrapan su atención esas criaturas de la fauna en el fondo tan poco convencionales, tan únicas. Quizá porque, como muy bien intuyó, ambos atesoran esa candidez en su descubrimiento del mundo.

Aunque prima la intención lúdica, estos "cuentos", mucho más próximos a las fábulas, no escapan a esa función docente que les es propia. Pese a haber sido escritos casi treinta años después de sus últimos poemarios de temática social y denunciatoria, Ángela Figuera no ha renunciado a sus antiguas convicciones: la responsabilidad de las personas ante su trabajo y su función en la vida, la colaboración solidaria, la familia como necesidad vivencial y la búsqueda del amor para construirla siguen todavia vigentes en estos versos adaptados a oídos y entendimientos infantiles. Así, la voz autorial y narrativa, camuflada detrás del protagonismo que concede a los personajes poéticos, asoma de vez en cuando para recordar la moraleja:


"Pero, sin alimentarse, / niños míos, no hay tu tía: / nada crece, nada vive, / y el mundo se acabaría./ Yo no sé si la tontaina / de Papamoscas sabría / esta verdad (...)"


(Cuento tonto (no tan tonto) de la gallina Papamoscas y el gallo Marimandón, O. C., p. 360),

y nos habla de la necesidad de los niños de alimentarse correctamente (frente a esos remilgos que los padres deben zanjar en asuntos de nutrición infantil); de ciertos imperativos cívicos, como el de obtener previamente el permiso de conducción para poder desplazarse en automóvil, respetando las normas de urbanidad:


"Todos le decían: / -Tienes que aprender/ o no podrás nunca/ sacar el carnet. // Ahora, bien lo sabes, / ya no hay quien circule, / por tierra o por aire, / sin un requisito/ tan indispensable.// Si tú no lo tienes, / no podrás volar! pues ¡menudas multas/ ibas a pagar! / !Ea! no es difícil. / Todo es practicar: "
'(Cuento tonto de la brujita que no pudo sacar el carnet; 0. C., p. 357),


donde el automóvil ha sido ingeniosamente sustituido por la escoba de esta bruja tan patosa, en una narración breve llena de humor. Predomina el valor de la maternidad, entendida como amor y responsabilidad hacia el hijo, y es a menudo la piedra angular de muchos de los "Cuentos". La gallina Papamoscas deberá enfrentarse a sus obligaciones y bajar de las nubes:


(...) las gallinas/ no pueden estar ociosas/ pensando en las musarañas. / Tienen que hacer muchas cosas/ todas serias e importantes/ puesto que a ellas les toca/ poner huevos y más huevos/ que, muy pronto, se transforman, / unos, en ricas tortillas (...) / otros, en polluelos chicos, (...) / que, cuando crecen y engordan, / se hacen gallos arrogantes, / o gallinas grandulonas / que, a su vez, pondrán más huevos. /Así se forma la ronda/ para que nunca se acaben/ en el mundo ni las cosas/ buenas, ni los animales/ ni tampoco las personas."
(0. C., p. 360)


El adecuado entendimiento de la maternidad asegura el buen engranaje del ciclo de la vida. La madre tiene que velar por la salud, tanto física como moral, de la progenie:


"Les enseñaría a ser/ despabilados y atentos, / a comer con apetito/ y a crecer como los buenos. "
(Cuento tonto (no tan tonto) de la gallina Papamoscas..., 0. C., p. 367).


A pesar del entramado fabulístico y del consensuado talante educativo, su sustrato edificante, la lección pedagógica o moral, son en todo momento sutiles, primorosamente engarzados en el ensalmo narrativo. Todo en ellos rezuma fantasía (pues, al fin y al cabo, no es tan raro que en el universo de los niños una brujita torpe, la pobre, deba sacarse antes el carnet para poder llevar el timón de su escoba; o que Doña ciempiés reprenda a su marido, el Cartero Oficial del Bosque, por ir todo el día descalzo) y aquilata los ecos de numerosos cuentos infantiles transmitidos de generación en generación: el de las siete niñas que invitan a merendar al goloso oso Peludín convoca, por ejemplo, Ricitos de oro y los tres osos. Una manera poética de leer en la realidad que le era común también a otra gran Dama de los Niños: Gloria Fuertes (8).

 

*Notas

(6.) O. C.,pp9-10

(7.) SALADRIGAS, Art. cit., p. 41. Las cursivas son nuestras.

(8.) Félix MARAÑA, había señalado la cercanía de esta poesía infantil de Ángela Figuera con el "lenguaje, modos, y filigranas de la literatuta de Gloria Fuertes". El mismo título de esta primera obra infantil de Ángela Figuera recuerda los juegos verbales y calambures a los que tan aficionada era la poetisa madrileña.

Itzuli

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